Sin Brian Jones, los Rolling Stones no existirían. A día de hoy, la muerte del 'stone' maldito sigue siendo un misterio, aunque hay bastantes pruebas que apuntan a que fue asesinado. Y hay muchos indicios sobre quién fue el autor. Por Carlos Marcos.
El líder que nunca consiguió ejercer como tal, Brian Jones.
Comenzamos a comprender al misterioso Brian Jones por aquel vinilo de los Burning. Madrid se llamaba, y era el álbum de debú, en 1978, de unos tipos chulos y macarras del barrio madrileño de La Elipa que sólo tenían en la cabeza dos asuntos: las mujeres y los Rolling Stones. Era un vinilo muy trabajado (qué tiempos…). Abrías la carpeta, y allí estaba: debajo de una barroca fotografía del grupo vestido de época, se leía una frase tremenda: “Nunca me juzguéis con demasiada dureza” (Brian Jones). Los Burning iban al grano:querían homenajear a uno de sus ídolos, al 'stone' caído, al fundador de la banda por la que ellos, y cientos de grupos, entregaron su vida al rock and roll. Johnny Cifuentes, único miembro de aquel disco que aún pertenece a Burning, recuerda cómo surgió aquel homenaje: “Brian Jones era el más mágico de los Stones. Por aquella época, 1978, nosotros éramos muy stonianos. Y el bajista que teníamos, Enrique, era muy Brian Jones. Todos sabíamos que Keith le había quitado la novia a Brian, y que Jagger y Richards le chuleaban canciones. Las componía Brian, pero las firmaban los otros. Era nuestro stone favorito”. Con esa lapidaria súplica de aquel disco de los Burning (“Nunca me juzguéis con demasiada dureza”), Brian resumía su vida, la de un tipo que se esforzó por todos los medios en destruirse, en extinguirse, en desaparecer. Y alcanzó su objetivo a los 27 años, el 3 de junio de 1969. Fue la única apuesta que ganó en su vida.
Uno puede visualizar en su cabeza cualquier momento de su vida, incluso su propia muerte, pero nunca se imagina el instante justo en el que tus mejores amigos te van a traicionar de la manera más cínica. A excepción de una persona: Brian Jones. Él ya lo sabía. Corría 1969 y Jones convivía con sus compañeras las drogas en su mansión. Sus amigos y compañeros de grupo Mick Jagger, Charlie Watts y Keith Richards cogieron un coche y fueron a su encuentro. Así lo relata Richards en el libro According to The Rolling Stones: “Era como ir a un funeral. Nadie dijo una palabra durante el trayecto. Nos metimos por esas calles de urbanizaciones y después salimos al campo. Al poco, vimos la casa de Brian y dijimos: ‘¡Vaya casa, es preciosa!’. Todo era un poco raro porque sabía a qué habíamos ido. Le dijimos: ‘Vamos a volver a la carretera y no estás en condiciones de incorporarte, tío. ¿Vas a volver a incorporarte en algún momento o no?’. Le ofrecimos la posibilidad de quedarse en el grupo, pero sabíamos que iba a rechazarla”. Recibida la entrecortada charla-despido, Brian, bastante colgado en ese momento (como casi siempre durante sus últimos meses de vida), sacó sus últimos gramos de orgullo. Keith sigue relatando: “La cuestión era cómo se lo iba a tomar. Y fue un poco patético, porque Brian habló de los proyectos que tenía: ‘Vale, gracias por venir, pero estoy tocando con éste y el otro…’. Iba a salir a la carretera con Jimi Hendrix; tenía millones de planes”. Esta escena ocurrió el 9 de junio de 1969. Menos de un mes después, el 3 de julio, Brian moría ahogado en la piscina de esa bella mansión. Contaba sólo 27 años, la edad maldita en la que se quedaron Janis Joplin, Jim Morrison, Jimi Hendrix y Kurt Cobain.
Brian Jones fue pionero en todo. Jagger y Richards envidiaban hasta sus eternas ojeras canallas, que exhibió desde adolescente. Él fue quien fundó los Rolling Stones. Así de claro. Cuando Brian se encontró a Jagger y Richards en los clubes de rhythm & blues británicos sabía mucho más de música que los dos juntos. Jones era un tipo culto, sensible, carismático y con un gusto arrebatador para vestir. Siempre estaba rodeado de chicas. Mick y Keith eran unos palurdos comparados con él. De familia acomodada, Brian siempre escuchó notas musicales en su casa: su madre era profesora de piano y su padre un consumidor compulsivo de jazz. En casa siempre sonaban Charly Parker, Thelonious Monk, John Coltrane… música culta. Un día de 1962, en un club de Londres, Brian se unió a la banda de Alexis Corner. Si querías saber algo de blues por aquella época (principios de los sesenta) sólo tenías que invitar a una copa a Corner. Cuando Brian subió a tocar su guitarra slide, una cara de asombro unió al público. Un tipo rubio, guapo, vestido a la última y sacando un sonido endiablado de un instrumento, la slide, que no sabían qué coño era. Mick y Keith estaban entre el público y se quedaron alucinados por la imagen y la hondura con que atacaba el blues el rubio guitarrista. A la batería estaba Charlie Watts. Poco después, nacían los Rolling Stones. Habla Charlie Watts: “El papel de Brian cuando fundamos la banda, o cuando él la fundó, era realmente el de líder”. Jones introdujo al resto de los Stones en el blues, les enseñó las posibilidades de la guitarra, consiguió los primeros conciertos e incluso les vistió (queda dicho que tenía un gran gusto). Y, además, fue el que dio nombre al grupo, sacándolo de una canción de su adorado Muddy Waters, Rolling Stone Blues. Qué pasó, pues, para que se hundiese al fondo del pozo.
Las drogas están ahí; siempre aparecen. Pero lo que ocurrió tiene mucho más calado. Está la cuestión de la jerarquía. Él era el líder, el creador de la banda. Sin embargo, le faltaba saber canalizar su tremendo carisma. El ambicioso Jagger ya había visto al huracán Tina Turner bailar y se preocupó por imitar cada uno de sus movimientos. La televisión fue una de sus mejores armas para hacerse con la jefatura de la banda. Cada vez que la cámara se ponía en marcha, Jagger huracanaba. Mientras el cantante seducía con sus movimientos, en una esquina, a la derecha, un discreto tipo rubio tocaba instrumentos raros, como sitares, guitarras slide o clavicordios. ¿Quién era el jefe? Estaba claro. Luego estuvo el asunto de la composición. Llegó un momento en el que la banda no podía seguir exprimiendo los viejos blues. Si querían hacerse grandes había que operar, y rápido. Mick se alió con Keith. Y aquello funcionó, sobre todo cuando la pareja creó Satisfaction. Brian, mientras, no se enteraba. También hubo alguna expropiación. Y mucha mala intención. Johnny, de Burning, especialista stonólogo, está convencido de que Jagger y Richards robaron muchas ideas a Brian. “Todas esas canciones de aire psicodélico, como Ruby Tuesday, está claro que llevan la firma de Jones”. Sin embargo, estaban firmadas por el tándem Jagger-Richards.
Los siguientes movimientos de Brian no ayudan a mejorar las cosas. Creyéndose el jefe, mete la mano en la cuenta corriente del grupo y saca dinero con el peregrino argumento de que es el líder. El grupo, claro, no traga. Charlie Watts habla muy claro: “Brian habría deseado ser el centro de atención. Y, claro está, no lo era. Una de las razones de su infelicidad era esto: quería ser el líder, pero no tenía lo que hay que tener para serlo”. Llegó un momento en el que ni siquiera se pasaba por el estudio de grabación, como confirma Mick Jagger: “Brian no participó demasiado en el disco Beggars banquet (1968). De hecho, no venía a las sesiones de grabación. La verdad es que no estaba nada bien. Y nosotros llegamos al punto de que tampoco queríamos que viniese”.
Todavía quedaba lo peor, algo que Brian nunca había imaginado: ese asunto de faldas. Para Brian, Keith era la mejor forma de bienestar en los Stones. Quizá la única. Lejos de los divismos y ambiciones de Jagger y del silencio de Charlie Watts (batería) y Bill Wyman (bajo), Brian se aliaba con Richards. Compartían pasión por el blues, por la guitarra, por las drogas y por las mujeres. Y Keith traicionó a su amigo. En el corazón de 1968, con el LSD expandiendo las mentes de los músicos, Brian y Keith fueron detenidos por consumo de estupefacientes. Poco después, la pareja decidió realizar un viaje a Marruecos, donde Brian había encontrado el edén: mantra positivo, hierbas de buena calidad e instrumentos musicales extraños, de esos que tanto le gustaban. La psicodelia en estado puro. Brian tuvo una desastrosa idea para ese viaje: que les acompañara su seductora novia, Anita Pallenberg. El relato es de Keith en el libro According to The Rolling Stones: “Saqué mi viejo [coche] Bentley. Brian cayó enfermo y lo llevamos al hospital, así que nos quedamos Anita y yo. Y, por supuesto, puede pasar de todo en la parte de atrás de un coche. Y pasó”. Resultado: novia que cambia de cama, de un guitarrista al otro. Brian se hundió. Comenta la jugada Richards: “Él nunca me perdonó y no le culpo por ello, pero, joder, esas cosas pasan. Como dicen algunos, es posible que Brian se hubiese tomado un ácido y que no hubiese sido capaz de volver del viaje. Es sólo una conjetura, pero hay gente que se ha fragmentado la mente; las piezas se alejan cada vez más...”.
Si había algún enganche de Jones con los Stones, ese era Keith. Con la traición, el rubio guitarrista se había quedado en el aire. A partir de ese momento, todo se radicalizó. Su carácter se torno impredecible, siempre de un extremo al otro, sin mantenerse estable. Bill Wyman: “Brian podía ser la persona más dulce y considerada del mundo, pero, a la vez, podía ser el más desagradable”. La situación se hizo insostenible y todo desembocó en su expulsión y su muerte. Queda pendiente el cómo de su muerte. Cada año, y no es una exageración, irrumpe un nuevo argumento, siempre sorprendente. Algunos de ellos: que se suicidó; que, atiborrado de pastillas, salió a dar un paseo, resbaló, acabó en el agua y, entre el colocón que llevaba y su asma, no pudo aguantar; que (alucina), Mick y Keith contrataron a un matón para que se deshiciera de él; o (alucina aún más) que está vivo en Marruecos y que el cuerpo que se encontró en la piscina es de un doble... La versión más fidedigna es la que sigue: uno (o varios) de la cuadrilla de obreros que trabajaba remodelando su mansión, harto de las beodas burlas de Jones, y en un ataque de nervios, metió la cabeza del músico en la piscina... Hace un tiempo, la revista inglesa Uncut elaboró un extenso informe con pruebas contundentes. De hecho, señala a Frank Thorogood, albañil de profesión, como el autor. Días antes de morir por enfermedad, en 1993, Thorogood dijo: “Sí, lo hice yo”. La revista ofrece detalles sorprendentes, como que el músico entabló una estrecha amistad con el obrero, que incluso le dejaba dormir en su casa, que se emborrachaban juntos y que Brian se insinuó sexualmente al trabajador.
Keith Richards se apunta a parte de esta teoría: “Dios, Brian siempre hacía todo en el momento equivocado. Su muerte todavía no se ha aclarado, aunque ésa es otra historia. No sé qué pudo pasar, pero hubo algo turbio. ¿Tuvo un ataque de asma en la piscina o le metieron la cabeza debajo del agua hasta que se ahogó? No me habría sorprendido: Brian tenía la habilidad de cabrear a la gente. Supongo que lo que mató a Brian fue que no supo combinar su trabajo como músico y la fama”. Definitivamente, y ahí esta la extensa polémica, Brian Jones se lo temía. Por eso dijo: “Nunca me juzguéis con demasiada dureza”.
Fuente Rolling Stone